Dóciles a la invitación de tu voz maternal, oh Virgen Inmaculada de Lourdes, acudimos a tus pies en la humilde gruta donde aparecisteis para indicar a los extraviados el camino de la oración y penitencia, dispensando a los que sufren las gracias y prodigios de tu soberana bondad.
Recibid,
oh reina compasiva, las alabanzas y súplicas que pueblos y naciones,
unidos en la angustia y la amargura, elevan confiados a Ti.
¡Oh
blanca visión del paraíso, aparta de los espíritus las tinieblas
del error con la luz de la fe! ¡Oh mística rosa, socorre las almas
abatidas, con el celeste perfume de la esperanza! ¡Oh fuente
inagotable de aguas saludables, reanima los corazones endurecidos,
con la ola de la divina caridad!
Haz
que nosotros tus hijos, confortados por Ti en las penas, protegidos
en los peligros, apoyados en las luchas, amemos y sirvamos a tu dulce
Jesús, y merezcamos los goces eternos junto a Ti. Amén.
Oración
compuesta por Pío XII
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